Es posible que con todo lo que ha llovido en estos últimos meses, te hayas fijado como muchos campos de cultivo, se encuentran inundados.
A priori, es algo que puede parecer normal; con todo lo que cae, podemos pensar que la tierra no es capaz de absorber toda el agua y se inunde.
En algunos casos, esta afirmación puede ser correcta, pero en la mayoría, el encharcamiento no es mas que un indicador de que algo no va bien.
Como consecuencia del modelo de agricultura actual, basado en un continuo y excesivo laboreo del suelo, cada vez que el suelo es arado, lanzamos a la atmósfera grandes cantidades de CO2 que estaban acumuladas en forma de humus, es decir, carbono estable fijado por las plantas y que es el gran almacén de la fertilidad en el suelo.
Pero no solo eso. El humus, cuando se une a las arcillas del suelo, forma una estructura tridimensional, que permite al suelo almacenar, entre otras cosas, grandes cantidades de agua. Es lo que se conoce como complejo húmico-arcilloso que permite que los suelos tengan una estructura en cuyo interior se forman poros de diferente tamaño, capaces de albergar aire, microbiología, agua, etc. De esta forma, el suelo puede almacenar agua que la planta podrá utilizar en momentos de ausencias de lluvia. Se trata, por tanto, de un sistema de almacenamiento natural del suelo y que hace aumentar su capacidad de resiliencia frente a períodos prolongados de sequía
En la tabla podemos ver como al aumentar el contenido de materia orgánica del suelo, aumenta de manera espectacular la capacidad de retener y almacenar agua.
Dicha estructura (y el humus que tan necesario es para su formación) es destruida cada vez que se aran los suelos, con lo que perdemos capacidad de almacenamiento de agua. Pero además, después del labrado de los suelos, estos quedan completamente desnudos, por lo que si en esa época, vienen lluvias, se forma una costra superficial que impide que el suelo pueda absorber el agua. El motivo es que para un suelo desnudo, las gotas de lluvia suponen un impacto muy fuerte que hace que las partículas de suelo salgan despedidas.
Si atendemos a su tamaño, estas partículas las podemos clasificar en 3 tipos: arena, limo y arcilla. Al salir despedidas, debido a su menor peso, las partículas de arcilla son las últimas en caer, por lo que se forma esa costra superficial en los suelos de cultivo desnudos, que actúa a modo de capa impermeable que impide la absorción de agua (o se generen fenómenos de escorrentía superficial que generan la pérdida de suelo fértil). Si a esto le sumamos la pérdida de capacidad de absorción por la oxidación del humus o materia orgánica (bien sea por el uso de arado o por utilización de fertilizantes químicos de síntesis), tenemos como resultado campos que se inundan, lo que supone una pérdida económica como de fertilidad del suelo muy importante.
¿Cómo solucionarlo?
No arar (utilizar siembra directa), dejar cubiertas vegetales, pastoreo en determinadas épocas del año y la utilización de un sinfín de técnicas que iremos desgranado en este blog.
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