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Sasiaingo Baratza: un modelo baserritarra de producción agrosilvopastoral

Uno de los principales problemas con los que nos encontramos en Gipuzkoa, en lo que agricultura se refiere, es una topografía complicada, con elevadas pendientes, que dificulta el laboreo diario y el desarrollo de prácticas que en otros lugares permiten un mayor número y diversidad de cultivos y manejos.

La suma de unas pendientes de altos porcentajes con una elevada pluviometría (aproximadamente 1.400 mm), hace que si no se dispone de una abundante cubierta vegetal, las precipitaciones se traducen en fenómenos de escorrentía superficial que ocasionan enormes pérdidas de suelo fértil y problemas de encharcamiento en zonas en las que la pendiente se suaviza y el agua queda retenida.

Esta era la situación de partida de la finca Sasiaingo Baratza, un proyecto de producción agroecológica de alimentos coordinado por Garbiñe y Peio, dos jóvenes gipuzkoanaos comprometidos con la tierra y la producción de alimentos sanos para la comunidad y su entorno. Sensibilizados con los problemas ambientales de nuestro planeta y conscientes del urgente cambio que es necesario realizar en el modelo agroalimentario actual, deciden comenzar su proyecto en 2015.

Su terreno se encuentra en una zona de vaguada que actúa a modo de embudo recogiendo las aguas de una superficie de captación de aproximadamente 200 Ha, lo que hace que en épocas del año de mayor precipitación, el terreno se encuentre muy encharcado, dificultando las labores agrícolas.

 

Diseño hidrológico: cosecha de agua y tierra

Tras formarse en diferentes técnicas relacionadas con la Permacultura, contactan con Sustraiak Habitat Design para solicitar un diseño integral de la finca, que se inicia con un diseño hidrológico en Línea Clave / Keyline. Se trata de una metodología para diseñar un sistema que controle las aguas en escorrentía desarrollada por P.O Yeomans en Australia. La propuesta se basa en la identificación en el terreno del punto clave o keypoint a partir del cual se establece un línea clave o keyline que sirve de base para establecer una serie de líneas que permiten ralentizar las aguas que descienden por la superficie, dirigiéndola a determinados lugares donde poder controlarlas, consiguiéndose de esta forma:

 

  •  reducir la velocidad de desplazamiento del agua y evitar la erosión
  • retenerla para utilizarla en los momentos necesarios
  • establecer caminos y zonas de tránsito
  • determinar diferentes zonas para su aprovechamiento hortícola, ganadero y forestal

 

De esta forma, en la parte superior del terreno se establece un canal de captación que permite frenar la velocidad de las aguas para, por un lado, ser infiltradas en el subsuelo evitando erosiones y por otro, reconducirlas a través de una pendiente reducida a una zona de retención temporal y posteriormente, ser evacuadas en un área de desagüe habilitada para ello. Este canal cumple diversas funciones: además de captar, infiltrar y conducir las aguas, el propio diseño permite establecer un camino que no sufrirá erosión por estar protegido de las aguas, con lo que se evitan labores de mantenimiento. También el talud que se encuentra aguas abajo se estabiliza con diferentes especies arbustivas y arboreas que se incorporan a la producción de alimentos. El resto de los caminos de la finca se han diseñado con el mismo criterio y permiten reconducir el resto de aguas a las diferentes zonas de retención temporal de la finca. Por debajo del canal-camino queda establecida una zona que siguiendo los patrones de línea clave, es pastoreada con criterios de ganadería regenerativa, que siguiendo e imitando el comportamiento de los herbívoros en la naturaleza, permiten una gestión controlada de los pastos que redundará  en su recuperación, la regeneración del suelo y la introducción de una cabaña ganadera diversificada en pastoreo rotacional.

De la zona inferior de las áreas de retención de agua, sale un canal de irrigación  utilizado en los momentos puntuales en los que sea necesario el riego y en los lugares de mayor demanda hídrica, como en el invernadero.

 

Producción hortícola en bancales permanentes

Para la producción hortícola, se han establecido una serie de aterrazamientos donde ubicar bancales permanentes siguiendo el patrón de la línea clave. De esta forma, se dispone de zonas cómodas para el trabajo y que retienen la cantidad de agua que necesita, mientras que el exceso es conducido a uno de los extremos, donde se reconduce para su posterior utilización. Se trata de una superficie con bajos desniveles de 6 metros de ancho por 180 mt de longitud donde cultivar de manera biointensiva hortalizas, frutos rojos y fruta. Los bancales, una vez establecidos, no volverán a ser laboreados ni se utilizará arado de vertedera a fin de evitar la destrucción de la microbiología establecida en el suelo. Los trabajos iniciales de establecimiento de los bancales, suponen un importante disturbio de las condiciones del suelo. Para poder recuperar sus condiciones y mejorarles a fin de no utilizar arado ni motoazada, se realizan labores de falsa siembra, aporte de compost y biofertilizantes, de manera que conseguimos  avanzar la sucesión ecológica del suelo, de un estadio inicial lleno de especies pioneras que dificultan el establecimiento de especies hortícolas, para llevarlo a estadios de pastizales permanentes, que son de mucho más fácil manejo.  La utilización de  diferentes técnicas como  roller crimpers, pastoreo controlado con diversos animales (como veremos más adelante), etc., es fundamental

Contra el talud, existe una zanja de infiltración que permite el control de aguas que pueden venir de la parte superior y que se infiltra, dando humedad constante a las especies cultivadas. Esta humedad además, permite el desarrollo de estructuras vivas con diferentes especies de Salix Spp que permiten el cultivo de especies rastreras que tapizan los taludes a la vez que lo retienen y estabilizan . En la parte inferior, se establecerán especies arbustivas y árboles que permiten aumentar la diversidad de cultivos, favoreciendo la asociación entre especies y alelopatías positivas, intercalando aromáticas para el control de plagas, etc.

Para el  manejo, control y cosecha de esta zona, se utiliza dependiendo de la época del año con un tractor de pequeña potencia o por medio de tracción animal.

 

Bosque comestible: la huerta perenne

En la zona superior y en los laterales del terreno, se establece un bosque comestible en el que coexistirán conjuntamente árboles, arbustos, herbáceas, enredaderas y hongos en simbiosis con todos ellos, siendo todos potenciales fuentes de alimento.

En su mayoría son especies perennes o anuales que tengan la facultad de semillar y volver a crecer espontáneamente, con esto se asegura un sistema permanente.

Se realizará una plantación de árboles de porte medio o medio-alto trabajando un marco de 12 x 12 metros. Los árboles de porte medio bajo y el resto de arbustivas irán en un marco de 6×6 metros. En la capa herbácea, trabajaremos muy a conciencia la regeneración de los suelos para que cuando los árboles y arbustos comiencen a producir sobre el tercer año, tengan un suelo rico en nutrientes y materia orgánica.

La zona de bosque comestible cuenta con una superficie aproximada de 1 Ha. La plantación sigue los patrones generados por el KeyLine y generando una serie de callejones, por los cuales se combinará la gestión animal. Dichos callejones también contemplan la entrada para mantenimiento, recogida de fruta y otros elementos comestibles, así como dentro de varios años, la retirada de madera y la implantación de nuevas especies dentro del bosque sin hacer una incorrecta gestión de matarrasa.

Dado que es un espacio con una pendiente considerable y de difícil acceso, establecemos condiciones óptimas para el Bosque Comestible  de un 60% en cuanto a cultivos de herbáceas y un 50% en arbolado.

Suelos sanos, suelos fértiles

En cuanto a la fertilización de los suelos, se trabaja con el objetivo de potenciar la propia dinámica del suelo, fomentando la activación de los procesos biológicos de descomposición de la materia orgánica en humus. Para ello se realiza periódicamente una captura y reproducción de la microbiología existente en los reductos de bosque autóctono de la zona, que nos sirve de base para la preparación de los diferentes fermentos que empleamos a modo de biofertilizantes. Estos aportan los hongos y las bacterias necesarias para disponer de un suelo fértil, aportan una gran diversidad de minerales, oligoelementos y sustancias bioquímicas que permitirán la correcta nutrición de las plantas y por tanto, una reducción del número de plagas y enfermedades de los cultivos. Este hecho además se ve favorecido por la disminución del laboreo del suelo, que redunda en una mejora de la estructura del mismo. De esta forma se consigue una correcta oxigenación y mejora las condiciones necesarias para el establecimiento de una intrincada y compleja red trófica por debajo de la superficie.  A mayor diversidad presente en el suelo, mayor será su capacidad de hacer frente a las plagas provenientes del exterior. La resiliencia del ecosistema se ve mejorada.

Para cerrar el ciclo de la fertilización de la zona de bancales, se utilizan una sucesión de diferentes animales que surge de la imitación de los servicios de mantenimiento de los ecosistemas que ofrecen los mismos en estado natural. Así tras la cosecha, se introducen vacas que se alimentan de los restos a la vez que fertilizan el suelo con su estiércol y sus orines. Tres días después, aprovechando que es el momento de eclosión de las larvas de los insectos que han depositado sus huevos en el estiércol, se introducen pollos o gallinas con diversos  objetivos:

  • obtener un elevado y necesario aporte de proteínas fundamental en su dieta,
  • desparasitar el suelo y a la vez que buscan larvas ,
  • repartir el estiercol por la zona favoreciendo el reparto de tan preciada materia orgánica con su zarpeo.

De esta forma, el terreno queda preparado, fertilizado y desparasitado. Listo para una nueva plantación.

 

Un modelo de baserri para el siglo XXI

 

El diseño propuesto se asienta sobre un modelo muy diversificado agrosilvopastoral, que actualiza el concepto de baserri tradicional que ha generado gran parte de nuestro entorno modelando nuestro paisaje, incorporando técnicas y manejos propios de la ciencia sostenible del siglo XXI, basados en la agroecología y la permacultura. Esto nos permite una mayor integración de los diferentes manejos que redunda en una mejora creciente de todo el agroecosistema. De esta forma, se logra salir de la espiral de degradación de los recursos disponibles por medio de prácticas convencionales intensivas de los modelos agrícolas y ganaderos actuales, a una espiral positiva recurso-uso-regeneración, al que conducen los proyectos diseñados desde el marco metodológico que proporciona la permacultura.

Se trata de una forma de gestionar los recursos locales de  manera que no compromete su disponibilidad para las generaciones futuras, a la vez que regenera los existentes y permite un desarrollo en armonía tanto con el entorno natural como social. Un modelo de producción y de desarrollo sobre la base de ecosistemas sanos y funcionales, que son el sustrato sobre el que se asienta un economía sana y sostenible.

 

Un proyecto que hace frente a los retos ecosociales del siglo XXI.